"Y me hice débil con los débiles, para ganar a los débiles. Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio. Y todo esto, por amor a la Buena Noticia..."
1Cor. 9, 22-23

jueves, 17 de septiembre de 2009

Qué miramos cuando miramos

LOS DEL 105 TENÍAMOS RAZON

Fue una tarde de domingo. El 105 se había llenado de gente que había salido para aprovechar el día, paseando en algún espacio verde.
Todo estaba muy tranquilo, quizás por eso mismo nos llamó la atención aquel muchachote de unos treinta años que subió al colectivo. Tenía pelo largo, y en sus brazos oscuros se podían “adivinar” unos tatuajes.
Todos supimos que se venía uno más de aquellos discursos cuidadosamente pensados para mover corazones y ganar unas monedas. Pero había algo distinto en su hablar. No parecía un discurso armado. Hablaba seguro de lo que decía. Es verdad que terminó pidiendo unas monedas, pero había algo distinto.

-“Soy portador del virus HIV...”, comenzó diciendo.
Todos lo miramos pensando: “Y... por algo te habrás contagiado... andá a saber en qué anduviste... No creo que por llevar una vida decente, o sana... Me juego en que anduviste en algo raro...”

- “El ministerio suspendió la entrega de medicamentos...”
Seguimos pensando: “qué políticos de mierda... se afanan toda la guita y los más pobres son los que terminan sufriendo...”

- “Yo descargo camiones en el puerto, gano 500 pesos por mes, y no me alcanza... Por eso hago esto...”

Dejó de habar y pidió unas monedas. Era muy torpe, o nunca lo había hecho antes, pues no se movió del lugar, y muchos en el fondo nos quedamos con unas monedas en las manos.
Nos miró nuevamente. ¿Qué nos iba a decir ahora?

- “Yo no he sido una buena persona...”
¡Ah! ¡Sí! Adivinamos, ya sabíamos. ¡Teníamos razón! Esas cosas terminan así...

- “Yo no he sido una buena persona...”
Lo dijo de nuevo, pero no para conseguir más monedas. Lo dijo como para él mismo. Lo dijo como para nosotros, los del 105 que teníamos razón.
Se bajó en la esquina.
Yo me quedé pensando, mirando esas monedas en mis manos. Pero... ¿y si en la esquina los estaba esperando su viejo? ¿Y si cuando bajó, su viejo corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó? ¿Y si el padre le dijo a sus amigos: “compren carne, chorizos, morcillas... bastante cerveza, que esta tarde nos juntamos a comer un asado, y después vemos los partidos del fin de semana... Porque hoy encontré a mi hijo, y estoy muy feliz”...? ¿ Y si nosotros no entrábamos ahí...?

- ¡Boletos! ¡Boletos!
¿Eh? ¿Boletos en el 105? Si nunca los piden...
- “Boletos, por favor”
¿Dónde lo puse? Por acá... ¿Dónde tengo el boleto?
- ¿Su boleto, señor?
Si, acá está... menos mal.
- Sírvase, gracias.
Eso.. al final nos van a pedir los boletos...
Sentí un poco de vergüenza mirando esas monedas en mis manos... y dije como pude:
- “Padre, yo no he sido una buena persona”

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