El bien que podemos hacer cuando superamos la timidez, la apatía y la indecisión, y nos esforzamos por enseñar a las gentes a pensar de modo preciso y vivir de forma creativa es impresionante. ¿"Qué puedo hacer yo, pobre de mí -piensan no pocos educadores-, ante la avalancha de una forma de manipulación sistemática y poderosa?"
Puedes hacer -le contestaría de buen grado- una labor decisiva: ofrecer, aquí o allí, claves de interpretación de la vida. No todos pueden promulgar leyes, hablar por radio o televisión, dar clases, conferencias y cursos, pero a nadie le está vedado en su vida cotidiana encender pequeñas luces que marquen el camino a seguir. Si se hace con cierta preparación y de forma decidida, se realiza una labor de liderazgo sumamente valiosa. Los que somos, por ejemplo, profesores y vemos que exalumnos nuestros están ya trasmitiendo a sus discípulos las claves de orientación que hemos alumbrado en sus mentes sabemos que estamos ante un tipo de fuego que consume la ignorancia, supera los prejuicios, ilumina las mentes y las abre a horizontes de madurez humana y plenitud.
Esta labor promocionante de vida humana auténtica está al alcance de todos, en una medida u otra. Llevarla a cabo es sumamente fecundo para los demás y para nosotros mismos. Constituye una fuente de satisfacción que puede liberarnos de temibles frustraciones y otorgarnos una valiosa autoestima.
Es importante que nos convenzamos de que podemos ser líderes y de que nuestro liderazgo será sin duda decisivo para muchas personas e incluso para la sociedad entera.
Tal convicción nos dará energía para prepararnos cada vez más. No hay que inhibirse por temor a no disponer de suficiente preparación. Es posible que, al principio, no dispongamos todavía de los recursos necesarios para iniciar una actividad en gran escala y orientar a jóvenes, padres y educadores. Pero podemos comenzar con un grupo de amigos o colegas a trabajar diversos materiales.
Este esfuerzo en común perfeccionará nuestro conocimiento de los contenidos, afinará nuestra sensibilidad para las cuestiones decisivas, incrementará nuestra facilidad de expresión.
A poco que perseveremos en esa tarea, nos encontraremos pronto dotados de una capacidad que antes no sospechábamos. Hay padres y profesores que desean realizar una labor educativa con niños y jóvenes, y lamentan no tener una mayor formación.
Tal lamentación es justa, pero se transforma en nefasta si bloquea la decisión de consagrar algún tiempo a prepararse.
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