viernes, 27 de junio de 2008
EL APÓSTOL DE LAS GENTES
Pablo de Tarso (originalmente Saulo), canonizado como San Pablo Apóstol († 67), no conoció en vida -como los apóstoles- a Jesús, pero fue el primero que tuvo sólo como experiencia la del Cristo Resucitado.
Nació en Tarso y en su juventud fue mandado a Jerusalén, donde fue rigurosamente formado, en la enseñanza de la Ley, por Gamaliel el Viejo.
Después de algunos años regresó a Tarso, él no se encontraba en Jerusalén cuando Jesús predicaba. Su regreso tuvo lugar poco años después de la pasión de Cristo.
En esta fase de su vida, Saulo fue un fariseo muy activo: fue testigo de la lapidación de Esteban, pues custodiaba la ropa de los asesinos, como nos lo describen los Hechos de los Apóstoles (8, 1-3). Recibió poco después el encargo de ir a Damasco para apresar a los cristianos de aquélla ciudad (Hech. 9,2), en dicha tarea fue particularmente celoso en el cumplirla y decidido en ir contra la religión cristiana, que comenzaba a difundirse y afirmarse.
Su conversión sucedió en el camino a Damasco, cuando inesperadamente una luz del cielo lo envolvió y cayendo al suelo, escuchó una voz que le decía: “Saulo, ¿porqué me persigues?”.
Saulo se quedó ciego y todo hacía a tientas, por tres días esperó a alguno, ayuno y trastornado por cuanto le había sucedido; se puede decir que, desde aquel momento, nació Pablo, el Apóstol de las Gentes. Él decidió retirarse al desierto, para poner en orden sus pensamientos y meditar más profundamente el don recibido, ahí permaneció tres años en absoluto recogimiento.
Después de su retiro, confortado por la luz de Cristo, y se comenzó a predicar con entusiasmo, suscitando la ira de los paganos, que lo consideraban un renegado, así que intentaron asesinarlo, obligándolo así a huir.
Se refugió en Jerusalén, donde en al menos unos quince días se encontró en varias ocasiones con Pedro, que encabezaba a los apóstoles, y con Santiago, a quienes expuso su nueva vida. Los apóstoles lo entendieron y estuvieron con él horas y horas cada día, hablándole de Jesús; pero la comunidad cristiana de Jerusalén desconfiaba de Saulo, pues se recordaba de la feroz persecución que había tramado. Bernabé garantizó su confianza en él, sólo así se disiparon las dudas y Saulo fue aceptado por la comunidad.
Durante su estadía quincenal en Jerusalén, Pablo buscó realizar alguna conversión, pero esta iniciativa misionera irritó a los judíos y preocupó a los cristianos, por lo que, no encontrándose en su lugar, el Apóstol se dirigió a Cesarea y después regresó a su ciudad de Tarso en Cilicia, donde retomó su oficio de tejedor.
Del año 39 al 43 no tenemos
noticias sobre sus actividades, hasta que Bernabé, enviado por los apóstoles a organizar la naciente comunidad cristiana de Antioquía, pasó a verlo para invitarlo a seguirlo, aquí Pablo dejó para siempre el nombre de Saulo, porque se convenció que su misión no era tanto entre los judíos, sino entre los otros pueblos que los judíos llamaban “gentiles”; en Antioquía fue donde los discípulos de Cristo fueron denominados por primera vez “cristianos”.
Con Pablo, en pocos años y de modo impetuoso, “la Palabra sale de Jerusalén, y la Ley de Sion”, como fue anunciado por el profeta.
Himno a San Pablo
Hay un santo entre los santos
después de María
que siguió mejor a Cristo
de noche y de día.
Abarcó todo el cosmos
con su mensaje,
se hizo a todos los pueblos
con tal de salvarles.
No tuvo miedo a la muerte
ni a los desprecios,
surcó caminos y mares
anunciando el evangelio.
Adonde él iba
fundaba comunidades
que mantenían
la antorcha encendida
para iluminar más ciudades.
Sufrió persecuciones
torturas, naufragios, privaciones
fue apedreado e incomprendido
pero no se detenía
por amor a Cristo.
De su prédica incansable
el mundo entero bebió
nos liberó de las esclavitudes
y el hombre nuevo surgió.
Apóstol de los apóstoles,
santo hombre de Dios,
hoy la Iglesia te agradece
tanta entrega de amor.
San Pablo y el amor (Corintios 13, 1-13)
Tú lo decías San Pablo
cuando hablabas del amor,
que debemos ser pacientes
y amar con el corazón.
Perdonar hasta el cansancio
sin irritarnos jamás.
Soportar todo lo malo,
perseverando en lo bueno,
porque si no nuestro amor
no es un amor verdadero.
Y si no hay un buen amor,
en la vida no hay sentido
y aunque tuviéramos Fe
tendremos todo perdido.
¿Podrás decirnos San Pablo,
como hacemos en la tierra
para vivir con ese amor
y evitar todas las guerras?
Yo te ruego San Pablo,
nos ayudes a entender
que esta vida sin amor
no se puede sostener.
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